La hija del reverendo Adams, María, había sido la chica perfecta desde que tenía uso de razón. Habiendo crecido en el pequeño pueblo cristiano de Telluride, siempre había seguido las reglas e intentado ser una chica de bien. O casi siempre. Todos en su comunidad asistían a la iglesia y vivían una vida cristiana de bondad y caridad. Todo iba medianamente bien hasta que, un día, María vio como su compañera de clase, Anya Romane, saltaba al vacío desde un puente. Para descubrir toda la verdad, María tendría que hacer algo que nunca se le pasó por la cabeza: juntarse con los nuevos amigos de Anya, jóvenes del pueblo vecino, Ouray, que en palabras de su madre, "estaban poseídos por el demonio". Pero cuando el ángel bajó al infierno, se dio cuenta de que tal vez era allí a donde realmente pertenecía.