Taemin sabía que ya no tenía quince años, pero eso no había hecho que dejara de ser bonito, porque su encanto no se había ido, seguía siendo letal, lo podía notar cuando sonreía y las miradas se posaban en él y más de un hombre estaba dispuesto a cumplir todos sus deseos.
Pero ya estaba cansado de los hombres presumiéndolo como un trofeo, queriendo controlar su vida, diciendo que él era suyo cuando no era de nadie; de sentir que tenía que dar tanto y recibir poco.
Ya no se trataba únicamente de ser un chico bonito que todos querían llevar de su brazo, sino que ahora extrañaba las palabras cariñosas que una vez escuchó, porque ya no sólo quería dinero, sino también amor.
Continuación de: Encanto letal.