A principios del siglo XIX el Conde Nikiforov recibió tierras en la región de Tuapsé en su natal Rusia, en aquel viaje conoció a deslumbrante belleza asiática del cual quedó prendado y buscó insistente desposarse con el Japonés. Así Yuuri de la dinastía Katsuki, se convirtió en el Consorte del Conde. Debido a sus frecuentes viajes políticos se veía en la necesidad de dejar bajo resguardo a su más bella joya en la enorme y ostentosa mansión, no deseaba que otros hombres miraran a su exótico esposo, por ello durante semanas Yuuri se quedaba en la casa, pero con su esposo lejos, dejaba salir a flote su exquisito gusto por las fastuosas celebraciones donde más de uno quedaba hechizado por su apariencia. Se dice que en esa época muchos atractivos hombres desaparecieron, rumores que esa mansión estaba embrujada, pues quien entraba no salía jamás.