Algunos los llamaron demonios, para otros los devoradores, y finalmente la iglesia los nombró los recolectores. Pero sin importar su nombre buscaban solo una cosa, apoderarse de los cuerpos de las personas. Despertaron al primer llamado de la luna sangría, desatando el infierno en la tierra. El segundo llamado nos quitó nuestros hogares, sacudiendo la tierra para destruir ciudades enteras, aquello era un simple recordatorio que nadie se puede esconder de su ira... Para el tercer llamado apareció la lluvia; como un néctar del cielo durmió a los recolectores y un dulce veneno se llevó a todas las personas los que la recibieron... La sociedad no esperó un cuarto llamado para dividirse en siete vínculos formados a lo largo del mundo, con una simple dictadura, ¡te unes o mueres! Al resto de nosotros nos llamaron impuros, teníamos algo que pagar; por lo cual seguíamos con vida, sin vinculo, y sin hogar, con el despertar de los demonios, mi vida se regía en tres simples reglas. Mata... Huye... Sobrevive... Porque la paga del pecado es muerte, mientras que la dádiva de Dios es vida eterna en Cristo Jesús, nuestro Señor. (Romanos 6:23).