Pero de repente, de la nada, llega alguien que cambia completamente tu forma de ver las cosas, crees madurar, crees que todo es posible, empiezas a hacer cosas que jamás pensaste hacer, empiezas a sentir cosas que creíste muertas en tu fría alma…
Y es ahora, cuando te encuentras en esta misma situación, que te das cuenta de aquellos pequeños detalles que nunca notaste y que lo volvieron todo mas especial, de cada beso, abrazo, caricia, roce, mirada, y sabes que es todo diferente.
Y ahora lo sé, sé que no hay vuelta atrás, sé que puedo terminar hecha trizas, que puede ser solo una felicidad temporal o que puede ser para siempre.
Pero despiertas, y dices; Esa no es la realidad. Y te encuentras a ti misma atrapada y sola, creyendo que ahora nada es posible y que aquella felicidad que habías sentido había sido arrebatada por los peligros de tu vida, y es cuando te preguntas: ¿valió la pena?
Sí, valió la pena, ¿tuve miedo? Obviamente, ¿creía que me arrepentiría? Sin duda alguna. Pero de todos modos, me hubiera arrepentido toda mi vida si hubiera dicho que no.
Justin, me había logrado enamorar desde la primera vez, y Dios sabe que realmente lo amo.
El me había ayudado a superar mis peores momentos, había estado ahí para mí cuando sea, me había enseñado a abrir los ojos y ver un mundo nuevo.
Un mundo que sin él, se desvanecía como si el viento se lo hubiese llevado.
Justin había arrebatado una gran parte de mí, y yo me preguntaba si podría seguir adelante sin ella.
Pero sabia una cosa, y era que no me rendiría, nunca diría nunca, no estaba dispuesta a dejarlo. El era esa llama, esa esperanza que aun vivía dentro de mí. Débil pero con un gran poder interior, queriendo ser liberado.
Y fue cuando lo supe, supe que nunca me había sentido de tal manera, y que nunca habría nada como nosotros.