Llevo una hora en el taxi en silencio mirando por la ventanilla la urbanización pasar ante mis ojos, cuando la ruta deja atrás todas esas estériles edificaciones que hace el humano para ocultarse y empieza atravesar el bosque, mi corazón comienza a latir con fuerza y por primera vez en casi cuatro años esbozo una autentica sonrisa. -por favor frene aquí- digo con entusiasmo, el taxista me mira por el retrovisor extrañado pero lo hace -¿cuánto le debo? me bajo aquí-digo revolviendo en mi mochila para sacar mi billetera -¿segura señorita? Estamos en medio del bosque, no es un lugar seguro para que una mujer ande sola, hay animales salvajes y podría perderse - dice el taxista con el seño fruncido -no se preocupe, vendrán por mi enseguida, además conozco la zona- digo tratando de ahogar una risa, si supiera. Extiendo mi mano y le doy unos billetes más que suficientes para pagar la carrera - quédese con el cambio - digo e inmediatamente salgo el taxi. Me cuelgo la mochila en los hombros y me adentro en el bosque. Camino entre los arboles rosándolos con mis manos hasta encontrar un sendero que seguir respiro profundamente, huele a verde y a humedad, a vida en su máxima expresión -al fin en casa- digo en un suspiro , doy un silbido que resuena en el bosque y hace alborotar algunos pájaros de las copas de los arboles. Escucho un aullido y en menos de 2 minutos tengo una loba blanca de casi un metro de altura a la carrera hacia mí.