A lo largo de unos meses, una serie de escritos llegan a las manos de un escritor de columnas en un periódico. Estos escritos le parecían interesantes y dignos de ser publicadas, y como lo pensó, tuvieron un buen recibimiento de parte de la audiencia. Nunca se cuestionó sobre la procedencia de los escritos, ni se sabía quien era la persona detrás del seudónimo Red Hands.