-¿Y mis alas?, ¿Que harán con ellas? Por favor, piedad... se los suplico- solloce compungida, por primera vez estaba sintiendo miedo de lo que podia ser de mi -Has cometido un gran error. Tu, ya no eres bienvenida aquí- al decir esas palabras cinco ayudantes de Adda, la diosa del todo, me arrastraron por los largos y frios suelos del Hrad hasta un calabozo y allí, sin piedad alguna, me arrancaron las alas bajo la supervision de Miük, el dios de la guerra y la estrategia, quien me observaba fijamente con algo de desprecio. El se quedo cuando los střeva, los que hacian el trabajo sucio, se fueron. -Luhen, te excediste.- dijo rompiendo el silencio-: ¿No medias las consecuencias, cuando bajabas al mundo de los mortales? Aun sabiendo que la diosa Adda ve y perdona, sobre todo que perdona, que metieras a un hombre entre tu armadura- las lagrimas comenzaron a correr por mi cara-: ya es demasiado tarde para arrepentirse y llorar. -Por favor, Miük, piedad te lo ruego- Miük solo negó con la cabeza y finalizo. -Estas desterrada del gran říše - al decir estas palabras, saco un sable dorado brillante y lo poso sobre mi hombro derecho, al sentir su contacto, un liquido caliente corrió por mi cuello y lo ultimo que recuerdo es el ver Miük retirase por la puerta.