-Oh pequeño coral, por fin te encontre, por fin opídis. -¿Quien habla?-susurró Eliel mirando las olas golpear aquel acantilado. -Tu corazón ya no es rojo como la sangre, se oscureció, oh opídis, ¿Que te pasó?-susurró una luz verdosa que emitía el mar. -Pensé que me amaba, pensé que me amaria al igual que los otros dioses, queria ser cómo ellos, pero solo gané odio, un corazón roto y una amistad perdida. -Oh opídis, no saben de lo que eres capaz, no saben la clase de criatura que habita en tu interior, oh opídis reencarnaste al fin, salta opídis, salta y conviértete en uno con el oceano. Eliel sin esperar ni un segundo saltó del gran acantilado rocoso, el paisaje invertido y el olor del mar haciéndose cada vez más notario y entonces silencio. -Oh opídis, conviértete en uno con el océano, renace, enseña tu verdadero ser. Oh opídis.