Yo soy Ana, yo soy Ana, yo soy Ana. Me digo repetidamente una y otra vez mientras permanezco escondida como él me indicó. No puedo dejar de pensar en él tirado en aquel piso a unos metros de mí, su cuerpo rodeado por un charco de su propia sangre. No puedo sacar esa aterradora imagen de mi cabeza. Ya no puedo estar en silencio y comienzo a llorar. Toco y jalo mi cabello para asegurarme que esto sea real; y para mí desgracia es muy real, la persona que amo está muerta del otro lado de la puerta.