Kim Seokjin tenía una personalidad tendente a la depresión y a los ataques de histeria, y quizás por ello no había conocido, a lo largo de su vida, a un solo hombre que posara su mirada en él para convertirlo en su objeto de deseo. Nunca hasta aquel invierno de 1920, cuando al salir de la iglesia de Dokkaebi Road, su mirada se cruzó con la del apuesto Jeon Jungkook y éste le devolvió esa pequeña complicidad con una encantadora sonrisa. Así comenzaría aquella extraña relación, en la que la agria personalidad de Seokjin pronto saldrá a flote y, sumada a la pusilanimidad del joven Jungkook, acabaría por escribir un final de la historia tan dramático como oscuro.