Sé que estás ahí oculto en el árbol, desde niña te veía como te veo ahora. Tu mirada perdida, tus hojas verdes, tus ramas fuertes y las que eran débiles, me atrajeron a ti árbol reluciente. Cuando niña cubrías mis suelo con tu gran sombra y llevabas a mis oídos músicas hermosas de tus amigos y vecinos, de aquellas aves voladoras. Tu silencio tranquilizante hacía que durmiera en un instante y en tus raíces podía soñar, podía volar, podía ver que eramos iguales tú y yo.
Ahora que ha pasado el tiempo es que he ido comprendiendo que esperabas por mi. Todos aquellos pequeños hogares de aves que se cobijaban junto a ti, los roedores, las flores y las abejas eran regalos para mi, para hacerme sonreír, para hacerme feliz. Oculto estabas esperando y cuidando; oculto estas y por eso te llamo. ¡Ya no esperes más! Te estoy mirando. Abandona esa mirada perdida y toma esto que has estado esperando por tantos años. Puedo morir a tu lado y crecer como un árbol junto a tí, pero para eso no has estado esperando. ¡Mírame estoy muy cerca de ti! Tan cerca que se que puedes escuchar mis latidos.
El pasado ya no está, no soy una niña más, soy una mujer que creció viéndote proteger su felicidad, soy la mujer que has amado y que ahora te dice que te despiertes y seas libre. ¡Mírame y bésame! Te entrego mi corazón porque siempre te ha pertenecido. No te ocultes más, ven vamos a la eternidad, a amarnos en la verdad. Suéltate del tronco, tómame en tus brazos y desaparezcamos. Árbol sabio, mi primer amigo, mi mentor, un maestro y ahora mi gran amor, despierta que te entrego mi corazón.