Le llamaban pintor de mentiras. Su vida era un museo de ventanas que asomanban a mundos creados a capricho, reinos perfectos que creyó que existían olvidando la realidad, olvidando hasta su propio nombre. Cortó consciente un extremo del puente de cuerda, pensando que aquello no tendría consecuencias. Ella soltó demasiadas lágrimas por él. Ambos acabaron perjurdicados. Pero a pesar de todo siguieron su camino:
Él vivía al límite, siguiendo sus instintos, su propio arte.
Ella se convirtió en un alma salvaje, valiente e indomable.All Rights Reserved