Sentí sus ojos oscuros puestos en mí aún cuando yo no lo había visto.
Sentí que me acechaba en las sombras aún cuando estaba lejos de mí.
Pude sentir su aliento en mi cuello aquella noche del 29 de octubre.
Y puedo sentir sus manos y sus promesas en mi oído hoy, la noche de muertos.
Vino por mí porque soy suya, despertó de su descanso porque yo misma juré encontrarlo de nuevo en esta vida o en la otra y, aunque tenga miedo, no planeo escapar de su poder sobre mí.