¿Cómo se comienza esta historia?
Tal vez el típico saludo: Hola, mi nombre es Samantha Reinhart...
No, nadie tomaría en serio algo así, ¿verdad?
Entonces iniciaré con el giro de 180 grados, porque para eso están aquí de todas formas.
Desde niña tuve tres amores en mi vida, el ballet, el patinaje artístico y Elvis Presley. Lo sé, tal vez este último no es tan común, pero los otros dos se complementaron a la perfección.
A los cinco años ya iba a una escuela de ballet profesional, a los diez entré a mi primer concurso de patinaje, gané plata, pero eso bastó para asegurarles a mis padres que iba en serio.
Malcom y Joan siempre estuvieron ocupados como para darme el amor que una niña debe recibir de sus padres, pero cuando ganaba una competencia o tenía un recital, ellos estaban en primera fila listos para recibir los halagos de los entrenadores, jueces y fanáticos del deporte. Yo por mi parte, nunca me quejé, me dejaban hacer lo que más amaba y en las noches me consolaba la dulce voz "del rey".
En la escuela nunca tuve amigos, pero no porque no los quisiera, sino porque no tenía tiempo para ellos. Siempre corrí de un lado a otro entre entrenamientos, presentaciones y la escuela. Porque no solo debía ser buena estudiante, tenía que ser la mejor.
Cuando cumplí diecisiete mis padres recibieron una oferte de una compañía rusa de patinaje, todo estaba listo, me graduaría el año siguiente e iría una temporada a la agencia para unas pruebas. El mundo giraba como debía.
Pero todo se vino abajo cuando lo vi, patinando entre los demás jugadores de hockey que entrenaban luego de nosotros con su bellísima sonrisa un poco caída. Después lo encontré en una clase, y en el parque de perros. Teníamos metas similares, él esperaba ser un jugador de la NHL y yo una patinadora de élite.
Nathan Clind se convirtió en mi cuarto amor, uno que nunca revelé, uno que me dejó lo más preciado para mi antes de marcharse a Pensilvania.
Arthur Zaens, un multimillonario frío y desalmado que ha vivido en la oscuridad desde la desaparición de su esposa, dejándolo solo con sus dos hijas gemelas. Desesperado por encontrar una niñera que cumpla con sus estrictas expectativas, Arthur conoce a Lía, una ex escritora y editora recomendada por un amigo. Aunque su relación comienza de manera conflictiva, con discusiones y malentendidos desde su primer encuentro en un bar, Lía se convierte en la persona que poco a poco transformará la vida de Arthur y de sus hijas, desafiando su frialdad y cambiando su mundo para siempre.