Un humo más denso que sus movimientos, grácil entre el aire y las calles. Nadie lograba capturarla ni captarla en sus retinas. Sus cuchillas, más afiladas que los colmillos de un tiburón, te perforaban la piel mucho antes de que pudieras parpadear. Yokohama se acababa de encontrar con un nuevo peligro, una viajera oculta tras una máscara de porcelana francesa. Esta chica dejaría semejante rastro de sangre, que haría llamar la atención tanto de los protectores, como de los dueños oscuros de dicha ciudad.
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