Mutaciones

Subió al 102 y presintió lo imposible de su intención: la comezón le raspaba ya la garganta. Solo diez minutos antes la había sentido empezar en el cambio rápido del subterráneo, justo en Russell Square. La sombra borrosa del túnel por los cristales y luego la luz, el reflejo de los blancos cuadros de cerámica, el letrero azul y la voz del conductor indio: Russell Square... Mind the gap, please. Entonces la yema del índice le picó un inconfundible cosquilleo, al unísono con el movimiento de incorporación de la pasajera a su lado. Pero él no había seguido el flujo de caderas de la chica: el hormigueo le corría ahora por entre las falanges, le circulaba el dorso de la mano. No quiso, sin embargo, desesperarse: pensó que eran solo quince minutos, pero en Leicester Square tuvo que salir para el cambio de línea y, entre la confusión de pasillos y la tromba no acertó a llegar a tiempo al tren que partía.