Carter escapó una tarde de diciembre, cuando el sol se ocultaba por el horizonte y su mente se perdía entre la niebla. No tenía planes, ni un rumbo fijo. Se marchó cargando consigo un corazón herido y no más de trescientos mil pesos en efectivo. Las malas lenguas dicen haberlo visto abordar una vieja camioneta roja, conducida por una chica de aspecto dudoso. Nunca se comunicó, nadie supo nada más de él. Alex ha rehecho su vida. No sabía si empezar de cero en un país desconocido era la mejor decisión, pero las alternativas se agotaban y dar un vistazo hacia atrás no era algo que se sintiera capaz de hacer. Al menos no por el momento. Porque sabe que arruinó el único lazo verdadero que tuvo, junto a muchas otras cosas que prefiere no mencionar. Pero entonces una noche de viernes lo ve. Lo ve y piensa que tal vez el destino no está escrito con tinta permanente.
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