Siempre me ha resultado tremendamente absorbente ver tocar a Bernard. Incluso bajo la opaca luz de una bombilla de cuarenta vatios, dentro de un local de ensayo y lejos del brillo y el resplandor del escenario, la forma en la que se entrega absolutamente a la música tiene algo intensamente cautivador. Se trata de una inmersión que muchos otros intentan insinuar o imitar, pero de la que bernard es completamente dueño.