Todo estaba como siempre, en realidad. No había perros infernales rondando por ahí, sombras sigilosas observando atentas en los cementerios, ni mucho menos garras oscuras rasgando el cemento en busca del hijo prometido. Sólo paz. Seis mil años luchando por la paz y privacidad y al fin la tenían en sus manos, pero, ¿Qué harían ahora? La inmortalidad era normal para ellos pero, un vez que realmente estás consiente de que ahí está y estará para -bueno, siempre, las cosas comienzan a pesar y todo comienza a sentirse sólo. Recuerda que nunca faltará el ángel que te saque de ahí.