Soy de una especie rara, creo que fuí maldita, aunque todos digan que es un gran don, una bendición. Soy fea, una criatura horrible, no, lo que soy no es como lo pintan, te dan ganas de deshacerse de ellas cuando las ves de cerca. Además, siento que he deshonrado todo por lo que mi linaje a trabajado.
Se suponía que debía ser una mujer loba, en cambio, desarrollé otro poder, uno un tanto humillante para un linaje honorable de lobos.
Aún no sé qué pasó, pero el día que me correspondía convertirme, no sucedió nada. No dolió como todos decían, mis huesos no se retorcieron para transformarme en una gran loba, al contrario, me hice diminuta.
Quise reconfortanme llamando lo que soy como "cambia formas", pues nadie sabe lo que soy.
Cuando cambio, me convierto en una luciérnaga, ¡una luciérnaga sin luz! Y sólo es posible que brille cuando esté con mi pareja destinada. Sí, brillé una vez, pero me dicen que puede ser por la emoción de haberme transformado por primera vez, pero nunca volví a brillar, mi luz se apagó, justo como apareció, de un momento a otro.
Así que soy una luciérnaga que no brilla. Una luciérnaga en busca de su luz.
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Portada hecha por mí.
Obra completamente mía.
Todos los derechos reservados.
En el silencio latente de la manada, donde el poder fluye con la misma intensidad que los secretos guardados, se teje una historia de deseos incontrolables y destinos entrelazados. Desde el momento en que sus caminos se cruzaron, su conexión fue innegable, pero las circunstancias los obligaron a ocultarla bajo la sombra de la familia.
Él siempre lo supo. Desde el primer latido, desde el primer roce, ella es su pareja destinada, la única que puede despertar su corazón dormido en su interior. Crecer a su lado, verla florecer bajo su protección, mientras mantenía el secreto que le quemaba en el alma, fue tanto una bendición como una maldición. Pero el tiempo de esperar ha terminado, y las líneas entre lo correcto y lo prohibido se desdibujan.
Ella, ajena a su verdadero destino, ha sido criada bajo la protección del alfa, sin saber que su cercanía ha avivado una pasión que ni el deber ni el peso de la corona podrán contener. Él la ha observado con paciencia, pero el deseo es una bestia salvaje que ha esperado demasiado. En cada roce, en cada mirada, el anhelo se vuelve más palpable, más abrasador.
Ahora, en el límite entre el control y el caos, ambos deben aceptar el lazo inquebrantable que los une, aunque el peligro y la pasión amenacen con consumirlos por completo.