¡Oh, mi pequeño Ángel!
Tu entera presencia colmaba mi titubiante y humilde corazón de felicidad; me has enseñado tantas cosas, nuevas percepciones, maneras de abrirme, respetar, valorar e integrarme. Pero sobre todo has logrado hacer que me ame a mí mismo. No sé como pagarte.
Agradezco al poder de las estrellas el poder disfrutar tu néctar de sabiduría, nunca olvidaré cada segundo que usaste para abrirme los ojos, has inculcado y apoyado tanto que no pude evitar enamorarme de ti. En tu mirada puedo saber lo real que es este amor, yo... Plasmaré mil y un ideas poéticas para caracterizar dichas virtudes que te caracterizan. Mi hermoso Ángel especial.
Escribiendo lo que siento revivo cada momento donde pude estar triste, alegre, disfrutando...
Ahí es cuando siento más profundo lo que ha sentido mi corazón.