Era un chico reservado, callado, tímido. No tenía planeado salir de casa en, al menos, aquel verano. Prefería quedarse en su casa e imaginar la vida que le daba miedo vivir, mientras tocaba el piano o leía por tercera vez la misma novela. Tampoco tenía planeado que aquella mañana de martes se presentase aquel chico en su casa, aquel que le regaló la más sincera de sus sonrisas.