La magia puede resultar lo más hermoso o lo más terrorífico por existir, todo depende de las manos que la moldeen. Kanade nunca pudo imaginar que escaparía del laboratorio que se convirtió en su prisión durante casi toda su vida. Sin embargo, cuando logra escapar, ni siquiera es capaz de convencerse a sí misma de que el mundo exterior y la libertad que tanto ansiaba resultan tan agradables como ella imaginaba y, perdida en un mundo que desconoce totalmente debido a su aislamiento, trata de destruir las cadenas que la oprimieron por tanto tiempo, sin saber siquiera que su existencia misma puede estar ya condenada.