Como la mayoría de los habitantes de los fríos parajes escandinavos en la Alta Edad Media, Bera soñaba con participar en los saqueos al oeste, junto a los suyos. Cuando al fin se le presenta la oportunidad, el ansia por la incursión se mezcla con el miedo ante lo desconocido, provocando en ella extraños pensamientos. De regreso a casa con el mejor botín de todos, según ella, los planes para formar un asentamiento en Eire continúan. Y aunque Bera no está de acuerdo, por lealtad debe apoyar a su padre y aceptar la boda que él ha acordado para ella. Después de un tiempo la mayor parte de la aldea de Sognefjord, y no sin haber sorteado una serie de obstáculos antes, se logra trasladar a la isla esmeralda, llamada así porque el verdor de sus prados se refleja en el cielo y el mar. Este será el comienzo de la verdadera aventura de Bera, porque se verá envuelta en unas costumbres que no son las suyas, y con un dios que desprecia. Su corazón sabrá dónde quiere estar, pero la palabra empeñada debe ser honrada.