Cuenta la leyenda que en los años 50 y durante la intervención francesa en México, una monja de nombre Beatriz quien vivía en un pequeño convento a las afueras del estado de Durango, se enamoro de un soldado francés, cuyo cuartel militar estaba cerca de ese lugar. Todas los días y a la misma hora el joven soldado pasaba en compañía de su tropa por la avenida principal frente al convento y Beatriz siempre lo veía desde una ventana de su dormitorio. Un día, el soldado de nombre Fernando llega a las puertas del convento pidiendo ayuda a la monja por que el ejército mexicano los había emboscado y entre el intercambio de disparos salió herido. En ese momento y al ver la desesperada situación del combatiente francés, Beatriz decide darle asilo por un par de días mientras recupera su estado de salud. Con el paso de los días, Beatriz y Fernando se enamoraron uno del otro. Poco después, el soldado tuvo que retirarse, ya que era el fin de la consumación de la intervención francesa, no sin antes despedirse tristemente de su amada, a quien le prometió regresar algún día. Mientras su tropa buscada un lugar en donde esconderse, el ejército mexicano dio con su paradero y fusilo a todos los soldados, entre ellos, Fernando.