Crowley y Aziraphale no solían ocultarse nada. Al menos no después de haberse mudado juntos, unos meses después del Apocalipsis-que-no-fue. Siempre procurando contarse las cosas, ser abiertos en torno a lo que les gustaba y disgustaba del otro; lo que disfrutaban hacer, y cómo preferían hacer las cosas. Todo con el fin de que aquello que empezaban a cosechar funcionase. ¿El problema? Aziraphale aún ocultaba algo. Y Crowley lo descubriría por accidente