Su figura persuasiva, aquella mirada que invadía y su sonrisa llena de engaños. Ella era dulce, pero todos a su alrededor decían que estar muy cerca podía ser un error, estaba fuera de su mente, solo quería ser reconocida por alguien mas que no fuera aquel dolor que la había conocido a la orilla de la playa .
Al otro lado de la arena se encontraba un misterio, con su cabello lacio y su mirada que tambaleaba con la fuerza de su espíritu, llenando de alientos su al rededor. Pero muy pocos sabían del dolor que invadía sus noches, se sentían dignos de hablar sobre sus cicatrices y los murmullos que llenaban ciertas habitaciones. Ninguna de las dos partes querían encontrarse, estaban muy bien yendo por su cuenta, pero lo que ellas no tenían en cuenta es que estaban caminando en círculos y a pesar de sus esfuerzos, estas llegarían al mismo destino.
Asher pensaba que tenía una vida perfecta. Era el mejor en su equipo de hockey, tenía las mejores notas en la universidad y un grupo de amigos que parecían serle fiel.
Pero cuando conoce a Skye, la hermana de uno de sus mejores amigos cree que la chica está loca. Tiene una actitud tan dura que es difícil de romper y suele irritarlo todo el tiempo desde que se ha mudado a vivir con su hermano y él.
Y cuando los chicos del equipo le proponen que no conseguiría conquistar a alguien como Skye, lo ve como un reto que está dispuesto a jugar, una apuesta para conquistar el corazón de alguien como Skye es suficiente para que Asher acepte, pues es demasiado competitivo y no está dispuesto a perder su puesto en el equipo de hockey y pasarse el resto del año en la banca como le han apostado.
Sin embargo, a medida que conoce a Skye, Asher se da cuenta que la chica es todo lo contrario a lo que le ha tratado de demostrar, conquistarla no parece tan complicado como pensaba y el corazón de ella no parece ser el único en juego.