Cegada por el amor que te tenía me convertí en el títere de tus deseos, era tan joven e ingenua... Por el umbral de la puerta te veía nuevamente pintando, sabía que volverías, después de que el cielo hubiera oscurecido, en el interior me sentía orgullosa, mi inexperto aliento y mis siempre torpes manos eran tu debilidad más grande. Y en el vaivén del tiempo me encuentro nuevamente a tu lado, con una risa de fondo y la seguridad de que nunca más te irás de mi...