7 Partes Concluida Contenido adultoSiempre quiso ser doctora. Desde muy pequeña, siempre supo que nada le hacía más feliz que cuidar de los demás. Años más tarde recordaba, en múltiples ocasiones, cuando se quedaba con la mirada perdida mirando a la nada, a su abuelo. Y cómo éste, en el final de sus días, con muchos achaques y quejoso, sentado en su sillón de orejas, privado de la vista y con la movilidad reducida en sus piernas, escuchaba a su nieta que le decía: -Yo te voy a cuidar y te vas a poner bueno, ¿Verdad, abuelo?
-¡Sí, hija... Sí! -le respondía el pobre hombre. Aunque él sabía que le quedaba ya muy poca vida en sus carnes.
-¡Mira, abuelo! Te pongo esta inyección. ¡Pero... no llores! que ya eres mayor y los mayores no lloran. ¿Eh?
Al abuelo, ante las palabras de la niña, se le saltaban las lágrimas y trataba, en vano, que su niña no le viese llorar. Lloraba de tristeza. Sabía que la vida se le escapaba y quería aferrarse a ella para poder seguir al lado de un angelito que el cielo les había mandado. De un angelito que, tras su muerte, sería la prolongación de su vida en este mundo.
El abuelo murió. Más tarde murió su abuela Caye y a ella le siguieron luego muchos más. Cuando uno es un niño no entiende por qué las personas tienen que morir y Luci no iba a ser una excepción. Lo que si tenía claro es que ella estudiaría mucho para ser doctora y sanar a las personas y que éstas no sufrieran dolores como su abuelo. De niña fue una buena estudiante.