"Víctima", no quería referirse de otra forma a sí mismo, preso de sus propios impulsos, rehén del libido que en él habita. Eduardo García carecía de malas intenciones, no disfrutaba el daño, a pesar de lo duro que era consigo mismo, de la voraz autocrítica que consume su autoestima. Trataba de encontrar lo estético en lo mórbido, buscaba destellos vivaces en lo turbio que era su inconsciente, muy incomprendido, nada admirable. La furia del mar se reflejaba en sus ojos miel, perturbados, pero victoriosos. Volteo hacia atrás, el panorama es el mismo; el sol sigue calentando, el melifluo soneto marítimo de la bahía relaja su ser, las palmas se arrullan en el regazo costero y Fátima sigue atada y amordazadaAll Rights Reserved
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