Tras la caída todo parecía haber terminado. Fui unos de los mejores soldados que el cielo podía haber pedido y aun así, osaron en echarme de él.
No volvería a pisar el cielo nunca más, y era raro pero, nada más lejos de sentir dolor, pena o ira, me era totalmente indiferente, no me importaba lo más mínimo.
Allí arriba eran todos unos estirados, siempre cumpliendo sus estrictas y estúpidas normas, probablemente nunca encajé allí por eso. No fui creado para seguir al rebaño, eso es lo único sobre mí mismo que sé con total seguridad.
Y ahora que estoy aquí abajo, todo es nuevo para mí. Lo conozco todo sobre los humanos, pero poder convivir con ellos, vivir en mis propias carnes todo esto, es una experiencia totalmente nueva.
Es una oportunidad que no pienso desperdiciar.
Una extraña obsesión.
No supo cuando ni como empezó, era extraño que cada vez que lo veía sus instintos se ponía a flor de piel.
Su nombre era Daenerys Targeryen, y su vida había estado marcada por una obsesión silenciosa pero profunda: Jacaerys Velaryon.
Pero, como las olas que golpeaban la orilla, su obsesión se estrellaba contra la dura realidad de que Jacaerys parecía tan distante e inaccesible como el horizonte mismo.