Sus brillantes ojos siempre esquivaban su mirada. Ella huía de él. Parecía odiar que el destino lo pusiera en su camino. Parecía que lo odiaba. Entre todas las sirvientas del Palacio Real ella fue la que llamó su atención, no solo por su exótico cabello sino por sus delicadas manos que preparaban todos los dulces que su hija tanto amaba. Sus manos, su rostro, su cuerpo, todo en ella era delicado. Parecía de cristal. Esa joven era un rayo de luz en toda esa oscuridad, Lucy era la nueva luz de Claude.