No me cabía ninguna duda de que mi mayor sueño era pasear en mi día a día por las históricas calles de Roma. Perderme en cada uno de sus rincones, absorber su esencia. E ahí la razón de por qué decidí aprovechar la oportunidad que me brindó la universidad para pasar un año en aquella bella ciudad. De lo que no me avisaron es que mi corazón iba a acabar tan en ruinas como el propio Coliseo.