Recuerdo que de pequeño siempre había sentido un poco de curiosidad al ver el enorme cuadro que tenía Elle en su sala. No era una pintura costosa, aunque se notaba que era antiguo, y tampoco podía ser una fotografía porque no retrataba nada en particular; sin embargo, era eso mismo lo que lo hacía tan atractivo para mí: no se parecía a nada que hubiese visto en aquel entonces. Consistía en una única línea que, al iniciar su trazo en el borde izquierdo del cuadro, comenzaba a bifurcarse hacia arriba y abajo a medida en que se acababa el espacio del lienzo. Algunas de las líneas se reconectaban en un punto, y otras simplemente quedaban inconclusas al desaparecer como humo desvaneciéndose en el aire.
Precisamente hoy, después de tantos años, me encontraba contemplándolo como un estúpido ahora que ya sabía lo que era. Había necesitado la ayuda de la misma Elle para entender que lo que tenía plasmado en aquel cuadro era una línea de tiempo, y que esta resumía la historia de su bisabuela.
El punto del asunto es que si esa mujer pudo contar la historia de su vida a través de ese lienzo, ¿qué me detenía de hacer algo similar? Con esto no quiero decir que fuese alguna clase de héroe, que hubiese luchado contra dragones, o que haya desvelado los misterios del universo. En realidad solo soy un chico común y cualquiera, que al igual que tu y muchos otros, tengo una historia que contar.