Erase una vez un vasto lugar, vacío, sin vida, solo la nada, la cual reinaba en lo absoluto. Pero algo sucedió, un impensable suceso, una anomalía.
El espacio se quebró, se derrumbó sobre sí mismo, dando como resultado que el silencio crujiera. La nada se hizo algo, la quietud se movió, originando el Tiempo.
No paso ni un solo segundo y esta bella creación chocó con el espacio. De pronto, en un parpadeo, el universo surgió. Un deslumbrante espectáculo de destrucción y creación entrelazados, distorsionando su propia procedencia. Una bella danza de improbabilidades, posible e imposible, que libraba una batalla feroz entre ser o no ser, la vida y la muerte de la existencia misma. Ninguna gano, ambas ordenes se equilibraron con la ayuda del tiempo, ocupando el mismo lugar. Surgió la calma, o eso se creyó.
Del resultado de la creación y destrucción surgieron poderes inimaginables y formas de vida; poderes para conectarse con el universo y dominarlo y seres para dominar esos poderes. Surgieron lo que nuestros antepasados llamaron Divinidades, aquellos que se les conocerá como Amalgamas.
Esta es la historia de cómo un solo hombre, no, un solo chico dominó a una de estas.