"Buscarás su aroma y su cercanía en tantas cosas... pero solo la encontrarás en ella. Porque ella será todo lo imaginaste"
Verónica cierra el cuaderno, suelta un suspiro profundo, de esos que parecen arrancarse del alma misma. Sus lágrimas caen, recorriendo su rostro en silencio, mientras una pequeña sonrisa se dibuja en sus labios, llena de nostalgia y amor. De pronto, su teléfono vibra, y la pantalla ilumina el nombre de Elizabeth. Ella siente un dolor que le atraviesa el pecho, un dolor que es tan hondo como el amor que late dentro de ella.
Responde la llamada, pero ambas se quedan en silencio, atrapadas entre el deseo de hablar y el miedo de decir lo que sienten.
-Una patrulla está afuera de mi casa... -susurra Elizabeth con un hilo de voz, la tensión y el miedo evidentes.
Verónica intenta buscar palabras de consuelo, palabras que cubran la distancia entre ellas, que sanen las heridas invisibles.
-Las cosas... las cosas van a mejorar -le dice en un intento de esperanza, aunque su voz tiembla.
Elizabeth, en un susurro apenas audible, responde:
-Inefable.
-¿Qué quieres decir? -pregunta Verónica, su corazón acelerado.
-Inefable... algo tan hermoso que no se puede explicar con palabras.
Verónica queda en silencio, ahogada por la emoción, sus lágrimas ahora caen más rápido, como si cada palabra no dicha cobrara vida en esas gotas que se deslizan. Finalmente, repite en un susurro quebrado:
-Inefable.
La llamada se corta, dejando en el aire la huella de lo que no han podido decir.
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Una historia de amor y dolor entre dos almas que, aunque destinadas a encontrarse, deberán enfrentar pruebas que pondrán en juego todo lo que son. Un amor tan fuerte que se convierte en fuego, que las consumirá y las marcará para siempre, o que tal vez quedará inscrito en lo más profundo de cada una, en un lugar donde ni el tiempo ni el dolor puedan borrar sus nombres.