Me enamoré de sus ojos, de la forma de mirarme a través de una pantalla, me enamoré de sus manos y su manera de tocarme aún estando a miles de kilómetros de mí.
Me enamoré de su manera de amarme a través de letras, amé el tono de su voz al otro lado del teléfono, juro que me hacía sentirlo parado frente a mí.
Amé su forma de conjugar las oraciones para levantarme el ánimo, amé cada detalle suyo, aún cuando nunca estuvimos juntos en un mismo lugar.
Me llevó más allá del éxtasis sin siquiera rozar mi piel y fue ahí donde entendí que el amor no entiende de distancia y que los kilómetros se hacen centímetros cuando de acariciar el alma se trata.
Me enamoré de la sonrisa que veía en cada una de sus fotografías, y su dolor fue mi dolor cada vez que la tristeza lo invadía.
Lo amé, lo amé más allá de la distancia, del tiempo y el espacio que había entre nosotros.
Lo sentí sin tocarlo, lo besé sin rozar sus labios, lo abrace sin rodearlo con mis brazos, dormí con él sin estar en una misma cama, la distancia jamás nos impidió hacernos el amor.
Tuve un amor que no entiende de kilómetros sino de sentimientos, tuve un amor de esos que se quedan para siempre.
Tuve un amor de esos que no se van aunque todo se acabe, tuve un amor de esos que no muere aunque llegue alguien más, tuve un amor de esos que son verdaderos.
Linda Rivas.