Esa tarde, cuando recibió aquella carta, la felicidad de Victoria se esfumó por completo. Con el alma destrozada aprendió a vivir en soledad acostumbrándose a ella. Refugiada entre partituras y su pianoforte Victoria pasa sus días escribiendo por aquel amor que partió para no volver, aquel que la consideraba hermosa a pesar de los superficiales estándares de la sociedad. Pero la vida le estaba regalando otra oportunidad cuando Lord Blacksley, Duque de Saint Albans le propone matrimonio, un acuerdo en el que ambos salían beneficiados. Con una traición aún latente, Connor había cerrado las puertas de su corazón hacía mucho, decidido en no confiar en ninguna mujer, pero lamentablemente para él, el ducado heredado conllevaba responsabilidades y promesas por cumplir.