Hay diversos caminos. Y el que acaba de elegir Alba, dicta mucho de ser el correcto.
Quizá no sea consciente de lo que tiene entre manos. Quizá nunca lo sea. Quizá, ni siquiera se ha parado a pensar. No es consciente de la brecha que acaba de abrir.
No.
Pero a ella, eso le da igual. Aunque, en cierto modo, todo le da igual, esto si es de su interés. Está en la biblioteca, sumergida en un mar de palabras, donde la sal del mar, son las comas. Donde los peces, son meras mayúsculas. Y donde las sirenas, esos seres de preciosa apariencia, son palabras. Pero no son palabras cualquieras, son esas que están, pero no se ven, que le da sentido al todo, y a la nada.
Agena a todo. Agena a aquella sirena hecha de letras. Agena, a que muy pronto también será una de ellas. Y no precisamente de letras.
Una más húmeda, más escurridiza. Una, que tal vez, y sólo tal vez, empieze a leer olas y a escuchar el mar.
Que sólo, tal vez, empieze a vivir.
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Al defender a su familia de un asaltante y morir, Alicia es transmigrada a un mundo del matriarcado, donde las mujeres son el pilar y las que mantienen a la familia, mientras los hombres son los que se quedan en casa.
Lo más sorprendente para Alicia no es el sistema en el que se rige la sociedad, los hombres, que no solo son los que dan a luz, si no, que se dividen en dos.
Los oro, la clase baja que tienen tendencia a dar a luz a otros hombres.
Y los jade, la clase alta que tienen tendencia a dar a luz a mujeres.
No solo eso si no que al ser las mujeres un bajo porcentaje, las familias se conforman por un harem de hombres, los cuales no son vistos más que como máquinas de hacer bebés.
La imagen la saque de internet créditos de la imagen a: "Alya".