Entre los fríos muros un hombre le prometió a una doncella aquel amor que deseo, aunque, de eso solo nació un maldito bastardo. ¿Aquel ser cómo iba a saber de amor? No era parte de la familia, negado por su padre y odiado por los que deberían ser sus hermanos. Salvo uno quién con gentileza le curaba las heridas, quién tomaba sus manos y lo llevaba al pie de aquella figura para arrodillarse y rezar. Aquel a quién empezó a desear. Simplemente. No era más que un maldito bastardo.