
Era obvio que ella lo había matado, pero solamente yo sabía por qué. Había sido amigo de Bakugou y él me lo había contado todo. Era una historia espeluznante, a su manera. Por lo menos a mí me pareció espeluznante. Más de una vez, mientras me la confiaba, yo sentía que el sudor se acumulaba en mi cuello, sobre el pecho. Se me ponía la piel de gallina y sentía lo que en una época más decorosa hubiéramos llamado "cierta agitaciónen la entrepierna". En nuestros días, por cierto, se supone que podemos hablar con franqueza de esas cosas; en realidad, de cualquier cosa. Hay tantos libros y películas y programas de televisión que se jactan de destruir "el ultimo tabú" que no llegaría a pensar que estamos peligro de quedarnos sin ninguno.
Bien, ya veremos. Ya veremos.
atte: KIRISHIMA EIJIRO
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