Raoul tiene dieciocho años y se lleva bien con toda la gente de su edad que habita en su pueblo vacacional y a parte de las personas del pueblo de al lado. Agoney está frustrado con el mundo porque no entiende por qué tienen que veranear en un pueblo perdido de la península si ya tienen su isla. Aquel mes de julio, con el olor a sal y la brisa marina golpeándoles el rostro, Raoul descubrirá a la primera persona que le sacará su lado más introvertido y Agoney pensará que, quizás, no todo es tan malo en aquel pueblucho.