La venda en mis ojos me mantiene sumido en la oscuridad; tengo mis muñecas atadas con cuerdas, las cuales, hacen su camino alrededor de mi torso, marcando un harnes en forma de pentagrama; el tapete protege mis rodillas, pero a medida que pasan los segundos la postura empieza a parecerme incomoda.
El silencio es interrumpido por el sonido de sus tacones caminando alrededor de mí, intuyo que me examina, como el depredador que vislumbra a su presa y la saborea con la mirada.
Sin previo aviso, siento sus uñas hacer siluetas contra la piel de mi espalda, me duele, mucho, pero hago lo posible por mantenerme quieto a pesar del dolor.
- ¿Te duele, muñeco? - Pregunta con cinismo en su voz, puedo escuchar como sonríe por la forma en la cual lo dice.
- No, Señora.
- Bien dicho. - Agrega, sin detenerse, los rasguños no son hechos al azar, escribe algo en mi espalda.
Se detiene, para dejar un fugaz beso en la unión entre mi cuello y mi hombro; mi piel se estremece ante el tacto de sus labios. Empieza a dejar un camino de besos fugaces a lo largo de mi cuello, subiendo hasta mi oreja.
- Eres mío - Susurra, con voz sensual contra mi oído y con la certeza de quien tiene en sus manos una posesión preciosa.
- Eres mío - Dice de nuevo, llenando cada espacio de mi mente, hasta lo más recóndito de mi conciencia empieza a repetir esas dos simples palabras.
La escucho sonreír, no necesita que se lo diga, ya lo sabe, lo supo desde el momento en el cual nos conocimos, el pensamiento incita un leve escalofrío que recorre mi espalda.
Estoy extasiado de ella; de lo que provoca en mí, ha derribado mis barreras y se ha escabullido bajo mi piel sin yo notarlo.
En ese momento, dejo de poner resistencia, dejo caer mis barreras y pronuncio las palabras que han estado atoradas en mi garganta desde hace semanas.
- Soy suyo, Señora.All Rights Reserved