Lan Xichen ha conservado la eternidad como compañera. Cien años han transcurrido, la tumba donde reposan sus restos no es más que un cascaron vacío de eterna soledad. A esos cien, se les ha sumado otros tantos... y cuando menos se lo espera, la inmortalidad le ha alcanzado. El milenio se cierne sobre su cuerpo cansado; cada día, las esperanzas de encontrarlo merman. Se pregunta si, acaso la perenne vida otorgada, es el precio que debe pagar por no haber hecho lo que su corazón tanto deseó.
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