Hace algunos años existía un mundo que no poseía leyendas, mitos, o historias. Un mundo "normal" que se regía únicamente bajo lo visible a los ojos... Más, había solo dos personas que creían que existe algo más allá de lo que su vista natural les mostraba. En lo único que podían creer era en el Omnipotente Dios vivo, creador de la humanidad y dador de la vida. Lo mismo con su contraparte maligna del que ya todos conocían y les aterraba la historia.
Un chico, quien escribía acerca de todo aquello que por las noches descubría, todo lo fantástico y surreal que sus ojos admiraban.
Por ese motivo, su familia siempre creyó que con cada día que pasaba se hundía más en la locura absoluta. Sin embargo, seguían manteniendo eso en secreto de la sociedad tan primitiva en la que vivían, ya que las etiquetas los regían; no podían darse el lujo de que el secreto del heredero fuese descubierto sin que se hablase mal a sus espaldas. Su libro e "imaginación" eran su único acompañante dentro de su habitación, la misma que consideraba como una simple prisión, al igual que su hogar entero. Sus familiares no lo dejaban salir al exterior, pero en las noches, siempre y sin falta con su "amigo" exploraba todo a su alrededor.
Una chica, tan normal como siempre se mostraba ante sus padres y esa tan perfeccionista sociedad. Ella era feliz cuando podía ayudar a los demás, dando en ocasiones su brazo a torcer por la felicidad de un contrario que en agonía estuvo. Monstruos nocturnos es lo que siempre lograba ver desde niña. En ocasiones los ayudaba a poder sanar o a levantarse en contra a la adversidad. O eso es lo que su guardián quisiera poder decir con facilidad y orgullo, porque la verdad es otra, y esa es la negación incondicional en la que vivía la joven portadora.
Bell descubrirá algunos engaños de sus seres querido
Por un estraño deseó viaja entre mundos para hacerce más fuerte y poder volver a Orario y ser el último héroe
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