Cuando eres joven no piensas en nada ni nadie más que en ti mismo, en lo que quieres hacer y en lo que quieres conseguir para ti mismo, haces cosas estúpidas para ello, haces cosas vergonzosas por ello, cosas de las que te arrepientes cuando creces, cosas estúpidas. No sabíamos lo que hacíamos cuando lo hicimos, pensamos que era lo mejor, pensamos que sería bueno, estábamos rotos, estábamos solos, solo queríamos encontrar a alguien que nos hiciera sentir mejor, nos hiciera sentir importantes, que no éramos inútiles... que éramos alguien, para la sociedad podrida, para nuestras familias rotas, para nuestros amigos hipócritas. Porque al ser humano le gusta que lo reconozcan, se siente especial, se siente glorioso... se siente Dios. Y por querer sentirnos Dios, nos fuimos al infierno.
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