La última chispa en pie es aquella que más brilla.

Hong Hong entra al ejército y rápidamente asciende. Su espada alcanza la fama y su nombre rápidamente se distribuye en boca de amigos y enemigos. Él pelea con uñas y dientes; con una espada furiosa en su diestra y una cuenta carmesí que le recuerda cada día porque sigue vivo.

A sus ojos, una única figura blanca y divina destaca entre todos y ni los sirvientes resentidos ni los revolucionarios problemáticos podrán evitarle alcanzar a su Alteza.

Donde Mu Qing no logra deshacerse del pequeño Hong, él llega a Xie Lian y el Príncipe Heredero no está tan solo como debió estarlo.