Escrita en 2001, actualmente sigue igual de vigente.
El don de la racionalidad es lo que separa a los hombres del resto de los seres vivos. Resulta inimaginable una sociedad, humana, formada por hombres incapaces de pensar. Este raciocinio aplicado al análisis de la realidad, cuando permite la elaboración de ideas propias, da origen a la verdadera libertad del ser humano.
Nada ni nadie puede arrebatarnos nuestros pensamientos, mas las ideas, aunque propias, si son mantenidas en secreto, se asemejan, peligrosamente, a una prisión. No del cuerpo, sino del alma. Y un hombre con su alma prisionera es un hombre muerto.
Siento la necesidad de vivir, de dejar volar, libre, mi alma y gritar a los cuatro vientos mis ideas, buscando tan sólo, un mundo mejor. En especial un futuro de prosperidad para mi patria, Argentina.
Las ideas se parecen a los sueños. Y los sueños sólo son sueños hasta que decidimos convertirlos en realidad. Tener un objetivo y poner manos a la obra constituyen la única manera posible de conseguirlo.
En un mundo de caos resulta difícil mantenerse fiel a principios y valores, sin embargo, intento demostrar, que apegado a ellos, se puede construir una sociedad más humana. Un mundo donde los hombres convivan en paz.
Más allá de intentar convencer sobre las alternativas planteadas, lo que busco es invitar a los argentinos a utilizar, todavía más, nuestra capacidad de pensamiento y elaborar nuestros propios sueños y ser verdaderamente libres.
Pretendo, comenzando por mi país, sembrar una semillita de duda en los corazones de los poderosos. En un mundo intolerante, donde resulta casi un pecado pensar diferente, quiero atreverme a gritar mi nombre, acompañado de mis sueños.