Hace algunos años los cambiaformas y los humanos mantenían una relación estable, las dos razas, aunque no muy unidas, eran capaces de habitar en el fragil y delgado equilibrio de la naturaleza, cada una respetaba el espacio y lugar de la otra, pero, debido al orgullo de unos y la ambición y codicia de otros, la quebrantable unión que mantenían finalmente y después de tantos desacuerdos y percances, terminó.
Cada raza juró jamás volver a involucrarse con la otra, tanto cambiaformas como humanos tomaron su propio rumbo.
Años pasaron desde ese acontecimiento, las nuevas generaciones que iban llegando nunca se enteraron de ese hecho, pues sus padres se encargaban de no sacar el tema a flote. Los humanos de las nuevas generaciones ni siquiera sabían de la existencia de los cambiaformas y aunque los nuevos cambiaformas si sabían de la existencia de los humanos nunca supieron que antes habían convivido juntos.
Así pasó el tiempo, todos estaban conformes con eso, todos menos un pequeño y curioso lobito, hijo de los líderes de la manada, se caracterizaba por ser el dolor de cabeza de la mayoría de lobos que allí pertenecían y aunque les irritaran las preguntas del pequeño Jungkook, ya todos se habían acostumbrado a él.
El pequeño pelinegro era curioso hasta el extremo, quería saberlo todo acerca de los humanos y como en su manada no iba a conseguir respuestas, un dia cualquiera decidió aventurarse en busca de conocimiento, nunca pensó que en su camino encontraría a un pequeño niño de cabellos grises y mejillas rellenitas, llorando recostado a un árbol, quiso acercarse, pero el miedo se apoderó de su cuerpo, los humanos no tenían buena fama en su manada y Jungkook estaba seguro de que aquel niño era humano, su instinto se lo decía.
Tomando valor por fin se decidió a acercarse, cuidadosamente se paró frente al pequeño peligris, el cual levantó su cabecita y se quedó mirándolo fijamente.
ENTRA Y CONTINÚA CON LA HISTORIA.